martes, 13 de abril de 2010

UNA INTERESANTE MIRADA SOBRE LA TRAGEDIA DE LA VIOLENCIA EN EL FÚTBOL ARGENTINO DEL PERIODISTA LUIS CASABAL

La primera y la última muerte fueron por balazos. La historia se repite sistemáticamente desde el siglo pasado. La nueva última muerte que enluta al fútbol argentino ocurrió en marzo de 2010. El ex jefe de la barra brava de Newell’s Roberto “Pimpi” Caminos fue acribillado de cinco disparos a la salida de un bar.

El 14 de mayo de 1939 el fútbol argentino empezó a escribir su lista negra. Luis López, de 41 años, y Oscar Munitoli, de 9, murieron durante el partido entre Lanús y Boca, cuando la policía efectuó disparos luego de una pelea que se generó en una de las tribunas populares de la cancha del primero.

Semejante al caso del chico Munitoli fue lo que le pasó a Adrián Scaserra (14 años), quien falleció el 7 de abril de 1985 en la tribuna visitante de Independiente en un partido ante Boca, en Avellaneda, por un balazo. O el caso de Fernando Blanco (17 años), de Defensores de Belgrano, muerto el 27 de junio de 2005 luego de un partido contra Huracán.

Enfrentamientos con la policía o entre hinchadas, o simplemente graves errores organizativos, fueron responsables de las muertes en nuestro fútbol, como el grave incidente que ocurrió el 23 de junio de 1968 en el estadio Monumental, en el clásico River-Boca, cuando 71 personas cuyo promedio de edad era de 19 años murieron aplastadas y asfixiadas en la mayor tragedia de la historia del deporte de nuestro país conocida como La Puerta 12. Tampoco hubo respuestas oficiales por las siete víctimas de un River-San Lorenzo jugado el 2 de julio de 1944.

Pero en 1958 se produjo la primera muerte por enfrentamientos entre hinchadas. El 19 de octubre, en un partido entre Vélez y River, en Liniers, la hinchada visitante entró en la popular local y se armó una batalla campal en la que tuvo que intervenir la policía. Se lanzaron gases lacrimógenos. En los escalones quedó tendido Alberto Linker, un hincha de Vélez al que una de las bombas arrojadas le explotó en la cara.

Si bien desde una visión histórica las muertes empiezan a sucederse antes del inicio de la era profesional del fútbol en la Argentina (1930), otros investigadores marcan el comienzo de la fatídica estadística en el año 67 con el asesinato de Héctor Soto en un encuentro disputado entre Huracán y Racing.

Fechas fundacionales mediante, el número de víctimas siguió su oscuro ascenso con el paso de los años. En particular en la década del 80, cuando los incidentes en nuestro fútbol se hicieron frecuentes con el avance del poder de las barras bravas, instaladas definitivamente en los 90 como factor de poder. Desde el 16 de octubre de 1982 (José Luis Pérez, 25 años, Temperley vs. Los Andes) hasta hoy se registraron 147 muertes. En ese período hubo muertes que tuvieron mayor repercusión por haberse producido en partidos entre clubes grandes: antes de que comenzara Boca v. Racing , en la Bombonera, el 3 de agosto de 1983, Roberto A. Basile recibió una bengala desde la tribuna de enfrente que le perforó el cuello. El mencionado Adrián Scaserra (Independiente v. Boca, 7 de abril de 1985). Walter Vallejos y Angel Delgado (Boca v. River, 30 de abril de 1994) murieron baleados por una emboscada organizada por hinchas de Boca. Un balazo terminó con la vida de Ulises Fernández (San Lorenzo v. Huracán, 20 de diciembre de 1997).

En los 80 la actividad de las barras bravas había crecido de tal forma que hasta se interrumpieron campeonatos. Sus raíces asomaron en 1983 cuando se concretó entre los jefes de las barras de varios clubes del ascenso una reunión en la que se pactó que había que “parar con las muertes”.

Lo que ocurrió desde entonces fue una sucesión de hechos cada vez más violentos. El fútbol argentino acumulaba sólo al comienzo del nuevo milenio cuatro muertos y doce actos de violencia en los primeros 84 días del año 2000. Así, a las muertes de Rubén Piromalli y Manuel Lolo Juárez, integrantes de la barra brava de Chacarita, se sumaron las de Miguel Cedrón, barra brava de Boca, y Juan Enrique Espinoza, hincha de Colón. Pero esto no era todo: a Espinoza se agregó ese mismo año la muerte del hincha de Talleres Roque Pablo Miranda. La inseguridad crecía y nadie estaba a salvo en una cancha de fútbol.

Hinchadas vs. hinchadas

En los 90 se acentuaron los enfrentamientos entre las hinchadas, como el que provocó la muerte de Cejas, el hincha de Tigre que en junio de 2007 fue víctima de una pedrada y una golpiza (muerto N° 226). Idéntico destino fatal había tenido diez años antes Ulises Fernández.

Tres días después de la muerte de Saturnino Cabrera, en el cotejo entre Boca y San Lorenzo disputado el 14 de diciembre de 1990, el gobierno se reunió con los dirigentes y decidieron prohibir el ingreso de las barras bravas en los estadios.

En mayo de 1997 cayó José Barrita, “El Abuelo“, por entonces líder de La 12, acusado de ser la cabeza de una asociación ilícita y por extorsión a las autoridades del club. Y ocho de sus seguidores fueron a prisión por el asesinato de dos hinchas de River, en 1994.

Rafael Di Zeo lideraba como sucesor de Barrita la hinchada de Boca. El 3 de marzo de 1999 un episodio violento lo catapultó a la escena pública: atacó junto con 11 personas a un grupo de hinchas de Chacarita durante un partido amistoso jugado en la Bombonera que debía ser a puertas cerradas. Por esta causa, Di Zeo y otros barrabravas xeneizes fueron condenados en septiembre de 2005 a cuatro años y tres meses de prisión por “coacción agravada por el uso de armas”, según resolvió el Tribunal Oral en lo Criminal N° 6.

La barra brava de River Plate, Los Borrachos del Tablón, comenzó a protagonizar en agosto de 2006 una serie de graves hechos de violencia que tuvieron su punto de inflexión con la muerte de uno de sus integrantes, Martín Gonzalo Acro, baleado como consecuencia de una feroz interna.

Disputas de poder entre barras

En lo que va de 2010, las muertes por la violencia en el fútbol ocurrieron en su mayoría por disputas internas entre barras del mismo club. La muerte de Pablo Gómez al finalizar 2009 fue producto de una disputa dentro de la hinchada de Newell’s que, al continuar su pelea por el poder durante 2010, ocasionó la muerte del joven Cáceres. La segunda muerte de 2010 también se produjo en la provincia de Santa Fe; en este caso la víctima fue José Mendoza, un miembro de la hinchada de Colón.

Dentro de esta nueva tendencia se incluyen también los episodios violentos ocurridos en junio de 2009 en la hinchada de Huracán (Fernando De Respinis fue acribillado por entre 4 y 6 barras de la otra facción) y las de noviembre de 2008 y enero de 2009 en la de Unión de Santa Fe.

Antes de Caminos, después de López y Munitoli, murieron hasta hoy 249 personas. Y muchos son los casos que quedaron impunes, como el asesinato de Scaserra, el 7 de abril de 1985 . La causa nunca encontró un culpable.

Las estadísticas se modifican año tras año y las muertes siguen siendo una recopilación sin respuestas.

LUIS CASABAL. EL ARCHIVOSCOPIA

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